Timeless - Chapter 13 - Moonwolf_07 - Harry Potter (2024)

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6 de Marzo de 1977

Ha pasado una semana desde el “incidente” entre Sirius y Remus, y las cosas continúan bastante tensas entre ambos. No estaban ignorándose, pero tampoco hablaban como antes. Solían dedicarse pequeñas sonrisas durante clases y se saludaban cuando convivían con el resto del grupo, pero los momentos donde se quedaban solos (en sus sesiones de estudio, sobre todo) se hundían en un incómodo silencio.

Sirius sabía que él tenía la culpa de ello, y todo podría resolverse con una disculpa; sin embargo, cada que las palabras “lo siento” intentaban salir de sus labios, el rostro de Walburga Black se había presente en su mente, repitiendo siempre la misma frase: “Un Black nunca se disculpa. Para ti, el arrepentimiento no existe.” Era ridículo y estúpido, pero desde pequeño siempre ha sido así. Nunca ha podido pedir una disculpa, casi siempre espera a que las cosas vuelvan a la normalidad.

Pero ¿qué pasa si las cosas nunca regresan a la normalidad con él? No soportaría perderlo…

Necesitaba arreglar las cosas ya, y para su suerte, tenía la excusa perfecta: el viaje a Hogsmeade.

Últimamente los Merodeadores y las Valkirias (así había apodado Sirius al trío de chicas) se llevaban de maravilla, llegando a formar un gran grupo de amigos que había decidido ir juntos al pequeño pueblo. Ambos muchachos tendrían mucho tiempo para hablar, y si todo iba bien, cuando regresaran a Hogwarts las cosas serían como antes.

Sirius pasó horas alistando su cabello para que se viera perfecto, casi se saca un ojo con el lápiz delineador, se colocó su chaqueta de cuero sobre una camisa de David Bowie (¿así Remus lo perdonará con mayor facilidad?) y salió del castillo; no sin antes burlarse de la camisa del “Rayo McQueen” de James y las calcetas de diferente color de Peter (una era rosa y la otra negra porque “combinaba mejor con su sudadera de Blackpink”).

Cuando finalmente llegaron al punto de reunión acordado, su sonrisa y emoción decayeron cuando solamente se encontró a Lily, Mary y Marlene. No había rastro de Remus.

De inmediato, los malos pensamientos comenzaron a azotarlo.¿Se arrepintió de venir? ¿Fue por mí? ¿No quería verme?...

― ¡Sirius! ―lo saludó Mary con una sonrisa, acomodando los mechones rebeldes que salían de su chongo despeinado y acercándose a él para rodearlo en un fuerte abrazo. El Black lo aceptó gustoso, sintiendo como su perfume de fresas lo llenaba por completo.

Como siempre, la morena lucía hermosa, con una camisa rosa pastel de magas largas y cuello de tortuga, pantalones de mezclilla acampanados, botas de tacón y grandes aros dorados en sus orejas. Sirius dudaba que la chica pudiera soportar toda la caminata con aquellos zapatos, pero prefirió quedarse callado.

― ¿Dónde estaban? Creímos que ya no vendrían ―preguntó Lily, guardando su celular en su overol marrón que resaltaba con su blusa blanca y cabello pelirrojo peinado en dos trenzas, y con unaivy cap.

― Tranquila, Evans, no es para tanto ―sonrió James, acercándose a ella y apoyando su codo en su hombro―. Lindo sombrero, por cierto, ¿me lo prestas?

― No creo que tu gran cabeza quepa en él.

― ¡Oye!

Después de eso, James y Lily se ensimismaron en una pelea sobre el tamaño promedio de una cabeza, mientras Peter se reía y grababa “disimuladamente”. Sirius no les estaba prestando atención, en su lugar, estaba mirando a su alrededor, con la pequeña esperanza de ver a Remus caminando entre la gente.

Mary obviamente se dio cuenta.

― Luces distraído ―remarcó con una sonrisa pícara―. ¿En qué piensas?

― ¿Yo? En nada ―mintió el muchacho, cruzándose de brazos entretanto se encogía de hombros.

Su amiga lo miró con desconfianza, pero casi al instante, un brillo divertido regreso a sus ojos.

― ¿Desde cuándo Remus se llama “nada?

Sirius sintió como la sangre subía a sus mejillas y las coloreaba de un intenso rojo. La sonrisa descarada de Mary se agrandó.

―No sabes disimular.

― Cállate ―murmuró el pelinegro, desviando la mirada―. Para tu información, no estaba pensando en él.

― Claro.

― Me extrañó no verlo aquí, es todo.

― Como digas.

― ¿Sabes dónde está? No es como que me importe, sólo es para salir de dudas.

La diversión de Mary trastabilló, luciendo de la nada algo avergonzada, como si estuviera a punto de confesar algo que a Sirius no le gustará.

― Está en la enfermería. Madame Pomfrey dijo que amaneció con mucha fiebre y necesitaba descansar. No podrá venir.

― Ah...

Siempre le pareció extraño como una vez al mes, Remus parecía enfermarse. A veces se fracturaba un hueso, otras veces tenía gripa, y otras una infección en el estómago. Pareciera que la mala suerte lo perseguía, como si estuviera maldito…

La morena, nuevamente, notó cómo se perdió en sus pensamientos, y creyendo que estaba desconsolado o algo así, se puso de puntitas y pasó un brazo alrededor de sus hombros.

― Pero no te preocupes, corazón, me tienes a mí ―le aseguró con una sonrisa brillante―. Si quieres, puedo reemplazar a Remus como “el amoroso esposo”. Puedo hacer cualquier cosa, menos sexo y besos.

― ¡¿Besos?! ―se escandalizó Marlene, mirando a ambos amigos con las orejas rojas. Era la primera vez que hablaba desde que habían llegado―. ¡¿Quién dijo algo de besos?! ¡A mí no me gustan los besos! ¡Mucho menos los de Dorcas! ¡¿Qué tiene que ver Dorcas en esta conversación?!

La rubia rio con nerviosismo, jugueteando con un hilo suelto de su chaleco gris de botones, sin mangas y con un cuellov, que no alcanzaba a cubrir la cintura de sus pantalones anchos de mezclilla.

Sirius la miró con extrañeza, pero Mary no se inmutó; parecía bastante acostumbrada a aquel comportamiento.

―¡Potter! ¡Vuelve acá! ―escucharon gritar a Lily, y al girarse, la vieron persiguiendo colina abajo a James, quien llevaba en su cabeza el sombrero de la pelirroja. Peter corría detrás de ellos, todavía con el celular en alto para grabar la situación.

Los tres amigos restantes se miraron entre sí.

― ¿Deberíamos hacer algo? ―preguntó Marlene recuperando la compostura.

Sirius sonrió.

― ¿Deberíamos? ―cuestionó con descaro. Ambas chicas soltaron una sonora carcajada.

― Yo digo que los sigamos, e interferimos cuando veamos sangre ―propuso Mary, y el resto estuvo de acuerdo.

[…]

Nunca subestimen a Lily Evans, sobre todo cuando se enoja.

Recorrió casi todo Hogsmeade persiguiendo a James. Cuando finalmente los encontraron, estaban casi a las salidas del pueblo. Prongs y Wormtail estaban recostados en la yerba intentando recuperar el aliento, pero la chica estaba como si nada, ni siquiera se había despeinado.

―¿Por qué tardaron tanto? ―preguntó colocándose nuevamente su sombrero―. James, Peter y yo estábamos muy preocupados, ¿verdad chicos?

―Claro, muy preocupados ―habló Potter sin aliento. Lily esbozó una sonrisa.

Sirius agradecía no tener a aquella chica de enemiga.

― Lucen exhaustos ―se sorprendió Mary―, ¿están bien?

Peter negó con la cabeza.

― Si lo están, sólo necesitan un poco de agua ―le restó importancia la pelirroja con un movimiento de mano―. Pensábamos ir a “Las Tres Escobas”, ¿quieren venir?

― Yo quería… ―intentó hablar Wormtail, pero casi al instante, James puso una mano en su boca.

― Claro que queremos ir, Lils ―dijo el moreno, dedicándole una mirada de advertencia a su amigo.

Evans dio dos pequeños aplausos, luciendo como una niña emocionada.

―¡Perfecto! ―exclamó, desviando su mirada al resto de sus amigos, quienes, aterrorizados, ya estaban asintiendo.

Tras ayudar a James y Peter a ponerse de pie, emprendieron el camino a la taberna. Les tomó sólo unos minutos llegar, pero para su mala suerte, el lugar estaba tan lleno que les era imposible caminar.

―¿Y si mejor vamos al salón de té de Madame Pudipié? ―preguntó Pettigrew, siguiendo de mala gana a sus amigos dentro del restaurante.

― ¡Ya estamos aquí! No tiene caso irnos ―dijo Lily con cierta molestia.

― Si, y Madame Pudipié es para las parejas, creerán que estamos en un poliamor o algo así ―reflexionó Mary.

― Pero…

― ¡Miren! Ahí está Regulus, tal vez podemos sentarnos con él ―propuso James, señalando al chico con un dedo y luciendo… extrañamente emocionado.

Sirius lo miró con desconfianza.

― Estás bromeando, ¿verdad? ―preguntó el Black―. Prongs, con todo respeto, es más probable que te vuelvas Ministro de Magia a que mi hermano te deje sentarte con él.

― ¿Acaso dudas de mí? ―dramatizó el moreno.

― No hay algo de lo que dudar. Lo que quieres hacer, es imposible.

― Hombre de poca fe. Mira, y aprende.

Sin perder el tiempo, su mejor amigo se encaminó a la mesa de Regulus. Sirius miró atentamente como ambos muchachos se saludaban y conversaban unos segundos. Lo que sea que haya dicho James, logró hacer que su hermano se moviera un poco, permitiéndole a Potter tomar asiento a su lado.

Sirius abrió la boca en una gran O,¿en qué momento?

― ¡Oigan! ¡Vengan, ya nos conseguí lugar! ―gritó Prongs con una sonrisa arrogante.

Los muchachos se aproximaron al moreno (Sirius de mala gana, cabe recalcar), y conforme se acercaban, el resto de las personas en la mesa se hacían más notorias. Además de James y Regulus, estaban sentados Pandora y Evan Rosier, Barty Crouch y Dorcas Meadowes. Al notar a la última, Marlene se tensó de inmediato.

― Ellos son mis amigos: Sirius, Peter, Lily, Mary y Marlene. Chicos, ellos son: Barty, Evan, Pandora, Regulus y Dorcas ―los presentó James, señalando a cada uno.

― Es un gusto conocerlos ―sonrió Pandora, deslizándose sobre la mesa hacia los Gryffindor y recibiéndolos con un fuerte abrazo a cada uno―. Siempre es lindo conocer gente nueva.

Pandora era una chica de Ravenclaw, con una piel morena que contrastaba con su cabello blanco peinado en rastas y una estatura bastante pequeña. Sus ojos negros eran grandes y brillantes, con un brillo de curiosidad y unas pestañas envidiables. Portaba un vestido blanco de tirantes que llegaba hasta el suelo, un chal marrón, collares y anillos con cristales de distintos colores, pulseras de hilo y un montón de pequeñas flores incrustadas en el pelo. Era como ver un hada del bosque.

― Claro que pueden sentarse en nuestra mesa ―continuó hablando la chica sin borrar su amigable sonrisa―. Tenemos mucho espacio. Aunque no les recomiendo que se sienten cerca de Barty, a veces muerde.

― ¡Oye!

― Pero no se preocupen. Así les demuestra que los quiere.

Barty Crouch rodó los ojos, cruzándose de brazos y recargándose en la silla como un niño emberrinchado. El Slytherin llamaba mucho la atención, no sólo por su piel pálida y cabello teñido (originalmente, su pelo es de un tono rubio paja, pero desde que comenzó el año ha estado pintándolo de negro con algunos mechones verdes), sino también por su estilo, portando unos anchos pantalones grises, guantes sin dedos y una camisa negra que decía en letras blancas “Ready to f*ck”. Sirius debía preguntarle donde la obtuvo, necesitaba una igual.

― Dora, ven a sentarte o Barty se comerá tu pastel de calabaza ―le avisó su hermano, Evan, con la mirada gacha en el celular.

― No es…

― Hazlo y te transformaré en un mapache ―amenazó Pandora, sin embargo, seguía sin borrar su gran sonrisa. Eso daba aún más miedo.

Ella y Evan eran idénticos, con la única diferencia de que el muchacho era más alto y su cabello blanco ondulado sólo tenía peinadas unas pequeñas trenzas en la parte de abajo. Evan no vestía de manera tan extravagante, pues a diferencia de sus amigos, él sólo llevaba una sudadera verde con unos pantalones negros de mezclilla. Incluso Dorcas iba más arreglada, con un top rojo de tirantes bajo una chaqueta larga de cuero y unos pantalones acampanados del mismo material; sus trenzas estaban peinadas con distintos anillos, y Marlene parecía no poder despegar la vista de ellos.

Pandora finalmente se hizo a un lado para dejarlos pasar, brincando la mesa para poder llegar a su asiento entre Barty y Evan. Sus amigos ni siquiera se inmutaron. El resto de los Gryffindor la imitaron, sentándose en los lugares libres o jalando sillas. Bueno, el resto de los Gryffindor menos Marlene, quien seguía estática en su lugar.

― ¿Marls? ¿Estás bien? ―la llamó Lily desde su lugar con preocupación, pero la rubia seguía sin moverse.

― Yo...

― ¿Qué pasa, McKinnon? ¿Te comió la lengua el gato? ―se burló Dorcas, sonriendo con altanería y mirándola con diversión. Marlene volvió a mirarla, sintiendo como sus piernas se debilitaban ante los ojos de la chica.

― Tú...tú...tú…

― Yo...yo...yo...

― Tú... ¡Tú vienes conmigo! ―Marlene la tomó del brazo, levantándola de su asiento y jalándola a través del bar.

Los amigos se miraron entre ellos, preguntándose en silencio:¿qué fue todo eso?

[…]

Marlene odiaba a Dorcas. Siempre fue así. Algunos le decían que no tenía una razón valida para hacerlo, pero eso era porque nunca confesó la verdadera razón por la cual la detestaba: sus sentimientos.

Conoció a Dorcas durante su tercer año, cuando quedaron en el mismo equipo durante un trabajo de Herbología. Se sentaron juntas, y toda la hora, la chica sólo pudo pensar en lo hermoso que era su perfil, la manera en la que se sentía cuando sus rodillas chocaban, el cálido contacto de su brazo…lo peor, sin duda, era cuando le hablaba, pues se ponía tan nerviosa que sólo era capaz de tartamudear unas cortas respuestas.

No le tomó mucho tiempo darse cuenta de que tenía un crush con la morena, y de inmediato, su mundo se derrumbó. ¿Cómo podía estar enamorada de ella? ¿De una chica? No podía ser posible, no podía permitírselo, ¿qué le habían hecho? Su primer instinto fue evitar por completo a Dorcas, mirándola y hablándole lo menos posible, creyendo que, de esa manera, aquellos absurdos sentimientos desaparecerían.

No funcionó.

De manera inconsciente, pensaba en ella todo el tiempo, admiraba su belleza de lejos y envidiaba a todas las personas que podían hablarle con libertad. Fue así, como aquellos sentimientos de ansiedad y nerviosismo, se transformaron en odio, pero no hacia Dorcas; no, odio hacia si misma. Se odiaba por ser tan cobarde como para huir cada que veía a la chica, por ignorar sus sonrisas y saludos, por evitar incluso mencionarla frente a sus amigas. Pero odiarse a si misma no era fácil, Marlene era alguien orgullosa, y prefería culpar a otros de sus problemas antes que a ella. Así nació su odio hacia Dorcas, como una manera de escape de sus sentimientos; sentimientos que nunca desaparecieron. Intentó ignorarlos, pero le era imposible, como si su corazón se negará a detestar a la chica más asombrosa que había conocido; ese corazón fue quien comenzaba las pequeñas peleas para tener un mínimo de atención de la morena, quien la impulsaba a observarla mientras entrenaba Quidditch, y quien ahora la hacía jalar a Dorcas hacia los baños del bar, ignorando las miradas extrañadas que la gente les daba.

Llegaron a su destino en poco tiempo, y tras revisar que estaban solas, Marlene colocó un hechizo silenciador y de bloqueo en la puerta, esperando que así nadie las molestara.

― ¿Sabes? Comienzo a creer que tienes un problema con mi brazo ―dijo Dorcas, sobando con movimientos circulares su codo―. ¿Qué quieres?

― Hablar contigo.

― No tenemos algo de lo que hablar ―se encogió la Slytherin de hombros―. Déjame salir.

― ¿Hablas en serio? Tú… ―balbuceó Marlene, señalándola con un dedo acusatorio. Dorcas alzó una ceja, poniendo nerviosa a la chica y haciéndola desviar la mirada, perdiendo toda su anterior confianza―. Tú…intentaste besarme.

Meadowes se quedó en completo silencio, analizándola de arriba abajo con aquellos ojos oscuros, sin expresión alguna en su rostro. Era imposible saber qué estaba pasando por su cabeza, ¿estaba enojada? ¿sorprendida? Debió ser menos directa, seguro había roto sus neuronas o algo así.

― No recuerdo que te hayas quejado en ese momento ―respondió la morena finalmente, con un tono despreocupado en la voz.

Marlene la miró con sorpresa, sin poder creer que era lo que escuchaba.

¿Cómo podía actuar tan tranquila? Ella había pasado los últimos días sobre pensando la situación, repitiendo el momento en su cabeza una y otra vez, ¿Dorcas no lo había hecho? ¿Siquiera le había afectado en algo?

La expresión en su rostro debió decir más de lo que esperaba, pues la Slytherin abrió con sobremanera sus ojos, mientras que una sonrisa burlona se colocaba en sus labios.

― No, espera, ¿creíste que era en serio? ―preguntó con diversión, como si intentara guardar sus risas―. Por favor, McKinnon, sólo jugaba, no tienes por qué ponerte así.

¿Jugar? ¿A caso para ella sólo era un juego? ¿Sus sentimientos eran un juego?

Ya no soportaba la situación. Se sentía humillada. ¿Cómo pudo pensar que tal vez Dorcas correspondería sus sentimientos? ¿En qué pensaba al traerla aquí? ¿Creía que iban a tener su final feliz, donde las dos terminaban juntas? Era ridículo.

Sólo quería salir corriendo e ir a su habitación a llorar. Olvidar que todo esto había sucedido. Olvidar a aquella bella chica que no hacía más que jugar con su corazón y que ahora la miraba con una superioridad odiosa. Sabía que tenía el control de la situación, que con sólo una palabra podría destruir a Marlene por completo.

Eso la enfureció.

Nadie tenía derecho a tratarla de esa manera. Ella era Marlene McKinnon, no iba a dejarse pisotear, mucho menos por una chica tan linda como Dorcas.

Ella también sabía jugar.

Con una nueva confianza, levantó la mirada, y esbozando su mejor sonrisa altanera, dijo:

― Creo que alguien olvidó a qué huele su Amortentia.

PUM.

Toda la seguridad de Dorcas desapreció. Su expresión relajada fue sustituida por una avergonzada, con las mejillas sonrojadas y la mandíbula tensionada. Su cerebro trabaja a mil por hora, probablemente pensando en algo ingenioso para responder.

― ¿Sigues con eso? Te recuerdo que tú me oliste a mí en tu Amortentia ¿Qué significa? ¿Estas enamorada de mí o algo así? ―intentó recobrar el control de la situación, pero esta vez, Marlene no se lo dejaría tan fácil.

― Vaya, no podría haberlo dicho mejor ―asintió la rubia sin borrar su sonrisa, guiñándole un ojo con disimulo.

Jamás había visto a Dorcas tan confundida.

― ¿Desde cuándo eres tan directa? ¿Por qué me estás diciendo esto?

―¿Por qué no?

Lentamente, Marlene comenzó a acercarse a la morena, y como en el salón de pociones, la chica se alejó.

― Esto no es posible. Tú me odias. Siempre ha sido así ―se repetía a sí misma, sin saber a quién quería convencer exactamente.

― Oh, pero tú no me odias, ¿o me equivoco?

Dorcas chocó la espalda con los lavabos, quedando completamente acorralada por Marlene, y la rubia lo aprovechó. Con un movimiento rápido, tomó a la chica por la cintura, levantándola un poco para poder sentarla en los lavabos y acercarse más a ella. Dorcas soltó un pequeño grito de sorpresa, y por instinto, se aferró a su chaleco gris, apretando la tela entre sus dedos.

―¿Qué estás haciendo? ¡Suéltame! ―exigió, levantando la cabeza para mirarla con ira, pero sin poder ocultar el sonrojo en sus mejillas.

Te tengo.

― Dorcas…

―¡No puedes hacer esto! ¿Quién te crees? Tienes tres segundos para soltarme antes de que te lance una maldición ―amenazó, jalando a la chica del chaleco y acercándola a su rostro―. Uno…dos…

― Bombón ―la llamó la Gryffindor con una sonrisa arrogante, interrumpiendo su conteo―. Por favor, tú eres quien debe soltarme.

Dorcas la miró confundida, para luego observarse a si misma y comprobar cómo, efectivamente, era ella quien no se podía separar de Marlene. La rubia ya le había soltado las caderas y apoyaba sus manos en el lavabo, mientras que la otra chica continuaba aferrada a su chaleco, haciendo imposible romper la cercanía.

Con un ruido de sorpresa, soltó con rapidez la tela, dirigiendo sus manos de nuevo a su cuerpo y abrazándose a sí misma, como si temiera volver a perder el control de ellas.

Marlene no podía parar de sonreír.

― Sólo un juego, ¿no? ―murmuró, acercándose nuevamente a la morena para dejar un corto beso en su mejilla antes de desactivar los hechizos y salir del baño.

[…]

― Te apuesto cinco galeones a que fueron a besarse ―le susurró Mary a Sirius mientras veían como ambas chicas subían al baño.

― Yo creo más bien que fueron a asesinarse.

― Uh, acepto la apuesta.

Sirius sonrío, comenzando silenciosamente a arrepentirse de su decisión. Mary nunca perdía una apuesta. Debería comenzar a preparar sus cinco galeones.

― ¿Qué estás leyendo? ―escuchó como James le preguntaba en voz baja a Regulus, pero al estar Sirius a su lado, pudo escucharlo todo.

― "La autobiografía de un hombre lobo."

― Oh, ¿de qué trata?

― Potter... ¿sabes qué significa autobiografía?

Ah―exclamó James, abriendo la boca en una gran O.

Sirius sonrió con diversión.

Estaba a punto de lanzar un típico comentario burlesco a su mejor amigo, sin embargo, las risas de su hermano lo interrumpieron, haciéndolo ver a los chicos con estupefacción.

― Eres un bobo ―lo llamó el menor de los Black.

Sirius casi se desmaya,¿desde cuándo Regulus llama "bobo" a la gente? ¡¿Desde cuándo Regulus ríe?

― Pero soy tu bobo favorito ―declaró Prongs con una sonrisa...¡¿coqueta?!¡¿Por qué James estaba coqueteando con su hermano menor?! ¡¿Qué mierda?!

― El bobo más engreído, querrás decir.

― Pero no negaste que era tu bobo favorito.

― ¿Por qué negaría algo que es verdad?

Sirius ya no lo soportaba. Una cosa era escuchar a dos personas coquetearse, pero otra muy diferente era que esas personas fueran su mejor amigo y su hermano menor. Era incómodo, asqueroso, y si no lo detenía, terminaría vomitando.

― Porque…

― ¡Hey! ¿De qué están hablando? ―se unió el mayor a la conversación, levantándose de su lugar para sentarse entre James y Regulus. Su hermano le dedicó una mirada asesina, pero no le importó; era por su bien.

― Sobre el nuevo libro que lee Regulus ―explicó Prongs con una sonrisa que intentaba ser despreocupada, pero Sirius lo conocía, e identificó los nervios detrás de esa expresión.

― ¿En serio? Wow, y ¿de qué trata? ―preguntó Black, dirigiéndose hacia Regulus y pasando de forma protectora uno de sus brazos por los hombros del chico.

― Es la autobiografía de un hombre lobo. Narra lo que normalmente siente un licántropo antes, después y durante las transformaciones.

― ¿De verdad? Déjame ver ―Sirius se acercó a su hermano, arrebatándole el libro de las manos para comenzar a hojearlo.

― ¡Ten cuidado! Fue muy difícil conseguirlo, no lo venden en cualquier librería mágica.

― ¡Sólo quiero ver las imágenes!

― En ese caso, lee un cómic.

― Vamos, Reg, ¿qué tan malo puede ser? ―cuestionó James―. Pads cuida muy bien de las cosas.

― No lo defiendas, Potter, tú y yo sabemos lo torpe que es.

― Yo lo llamaría más bien…cuachalote―reflexionó el moreno, ganándose una mirada de incredulidad por parte del Slytherin

― ¿Qué mierda es eso? ¡Habla bien, imbécil!

― ¡No grites!

― ¡Tú no grites! ¡Sirius! ¡Dile algo! ―lo llamó Regulus, pero él no respondió. Ni siquiera le estaba prestando atención, su mente sólo podía concentrarse en las palabras que venían escritas en aquel libro.

"La transformación de humano a hombre lobo es un proceso cansado y doloroso, que inicia incluso antes que la luna llena.

Todo comienza con un apetito voraz. Cuando mi tiempo se acercaba, era capaz de devorar un banquete entero, como si el lobo dentro intentase recargar energía para la noche.

El lobo solía tomar el control de mi mente por esas fechas, haciéndome tomar decisiones impulsivas y dominarme por mis sentimientos, sobre todo la rabia y el deseo. Muchos creyeron que eran problemas de ira. Si supieran…

Las transformaciones eran lo peor. Era como ser sometido a cien maldiciones Cruciatus al mismo tiempo. Dolía. Dolía sentir como tus huesos se rompían y cambiaban de forma para modificar tu complexión, tus dientes alargarse, sentir como nuevos miembros crecían mientras que otros desaparecían. No recuerdo mucho mi tiempo como hombre lobo, es como si la criatura intentara borrarme por completo; intentara reemplazarme. A la mañana siguiente, al despertar, mi cuerpo estaba lleno de rasguños y heridas, que terminaban volviéndose cicatrices que me acompañarán por siempre. Las cicatrices mágicas no sanan.

Los hombres lobo estamos por todas partes de la comunidad mágica, escondidos, aterrados de los prejuicios de la sociedad.”

― ¿Sirius? ―James movió con un poco de brusquedad su hombro, trayéndolo nuevamente a la realidad―. Vaya, ¿en serio está interesante el libro?

― ¿Qué...? ―balbuceó en voz baja,¿a dónde se había ido toda su voz?

― Estás muy pálido… ―opinó Regulus, observándolo con un brillo de preocupación―. ¿Te sientes bien? ¿Quieres que te acompañemos con Pomfrey?

― No. Yo...yo debo irme ―anunció Sirius, tomando su chaqueta de la silla y saliendo con prisa del bar, ignorando los llamados de sus amigos detrás de él.

El aire fresco de la primavera lo recibió, y por impulso, comenzó a correr por el pueblo, como si eso pudiera liberar todas las preguntas y pensamientos de su mente.

Aumento de apetito.

Cansancio.

Cambios de humor...

No sabía hacia donde se dirigía. Había chocado con incontables personas en su trayecto, pero nada de eso le importaba; no había espacio en su mente que pudiera preocuparse por eso.

Las cicatrices.

La cojera.

Faltar cada día después a una luna llena…

El corazón comenzó a latirle con rapidez dentro del pecho, y sin importar cuánto intentara dejar de pensarlo, al cerrar los ojos lo único que venía a su mente era Remus. Remus, con su sonrisa cansada. Remus, con su cuerpo flacucho y siempre cubierto de vendas. Remus, lleno de cicatrices…

"Tú tienes un secreto, y yo descubriré cuál es."

"No sé de qué me hablas."

¿Cómo no se había dado cuenta antes? ¿por qué había sido tan ciego? La respuesta siempre estuvo frente a él. El secreto siempre estuvo frente a él.

Remus Lupin es un hombre lobo.

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Author: Arline Emard IV

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Name: Arline Emard IV

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Introduction: My name is Arline Emard IV, I am a cheerful, gorgeous, colorful, joyous, excited, super, inquisitive person who loves writing and wants to share my knowledge and understanding with you.