La semana en los mercados (4 - 11 Diciembre) (2024)

Para entender lo que es una deflación, o una inflación, ya puestos, es necesario entender lo que es el capital y lo que es el dinero, y no confundir términos.

En un libre mercado, los distintos agentes producen bienes y servicios y los intercambian entre ellos. Las mercancías, en última instancia, se cambian por otras mercancías. A esto lo llamamos trueque cuando se produce entre “mercancías” directamente.

Sin embargo, es difícil que el demandante de una determinada mercancía en un determinado momento tenga justo la cantidad de otra mercancía adecuada para poder cambiarla por quien tiene la que necesita. Por esta razón, podría interesarle cambiar su mercancía por una que él no necesita pero que sí necesita quien tiene la que él busca, a modo de intermediario, y luego hacer el cambio final. Todo bastante farragoso y costoso, pero es lo que hay. Esto ocurre numerosas veces y con muchas mercancías, pero resulta que hay mercancías que son más fáciles de cambiar, en el sentido de que hay más gente que las necesita. Cuanto más fácil es que puedas deshacerte de una mercancía en un momento dado para obtener la que tú necesitas, más fácil es que tú aceptes esta mercancía “intermedia”, aunque no la necesites de inmediato, para poder cambiarla luego. A esta cualidad de una mercancía por la cual muchos la aceptan aunque no la necesiten porque luego podrán cambiarla la llamamos liquidez. Históricamente, las mercancías con mayor liquidez se han convertido en dinero, que no es otra cosa más que la mercancía más líquida. Nótese que de esta explicación se desprende que el dinero “no se inventa”, sino que surge expontáneamente al seleccionarse una mercancía que la gente ya encontraba útil previamente por algún motivo y que luego se irá haciendo más valiosa gracias a su cualidad para ser cambiada por otras, pasando a un segundo plano su utilidad inicial.

Diferentes mercancías han servido en diferentes lugares y tiempos como dinero: desde el ganado hasta la sal pasando por las conchas de colores. Sin embargo, la “evolución” continuó y, además de ser únicamente una mercancía de intercambio y, por tanto, unidad de medida del valor (mercancía con la que se comparan las demás para ver “cuánto valen”), ganó la función de depósito de valor. Esto permite que uno no gaste toda la riqueza que ha producido (bien directamente o mediante intercambio) sino que puede dejar parte sin usar y ahorrarla para el futuro. Para que el dinero pueda cumplir esta función, debe perdurar en el tiempo, por lo que no es difícil entender que algunos dineros como la sal, que se disuelve en el agua, o el ganado, que se muere y se pudre, fueran finalmente vencidos por otras formas que aparentemente pueden parecernos más inútiles pero que debido a algunas de sus características acabaron imponiéndose. Sea como fuera, históricamente oro y plata acabaron siendo el dinero de facto.

Hasta aquí, la génesis del dinero, que no se inventó, sino que surgió expontáneamente y que no es un ente abstracto, sino una mercancía inicialmente útil que se caracteriza por ser la mercancía más líquida en un momento dado y que ha de cumplir las funciones de valor de intercambio, valor de referencia y depósito de valor.

Ahora veamos qué es el capital. Simplificando mucho con fines didácticos, diremos que el ser humano es inicialmente un cazador-recolector, consigue su comida diariamente y subsiste. Si un ser humano consigue un día el doble de comida de la que necesita, eso le permite comer dos días recolectando uno. Así, el segundo día podría dedicarlo, en lugar de a recolectar, a fabricarse una lanza y comería de lo “ahorrado” el primer día. Esa comida extra es el capital, un depósito de subsistencia que ha permitido una inversión, la creación de una herramienta -la lanza-, en virtud de la cual se va a incrementar la producción de comida (suponemos que mejorará la caza). Nuestro amigo primitivo podría haber seguido recolectando y haber dado su comida a otro tipo para que éste hiciese la lanza, pero lo esencial es que sólo produciendo y no consumiendo (ahorrando) es posible realizar la inversión. De hecho, en este caso, lo ideal podría ser que la lanza siempre la hiciera un mismo miembro de la tribu al que otros alimentan con los excedentes, de este modo, puede adquirir más experiencia y pericia y hacer mejores lanzas en menos tiempo. Aquí tenemos la división del trabajo y el aumento de la productividad. Por mucho que alarguemos la cadena de intercambios y la complejidad de los procesos, al final lo que tenemos es que el capital se resume en bienes y servicios básicos que permiten realizar una inversión, ya sea ésta fabricar una lanza, construir un almacén o diseñar un nuevo coche no contaminante.

Sobre el capital hay que decir algo más antes de continuar con la filípica y es que en general, cuanto más se alarga una inversión en el tiempo, mayor es el incremento en productividad que se obtiene. Yo puedo arrojar unas semillas en un prado y esperar a que salga la cosecha. Pero puedo perder más tiempo (consumiendo más capital por el camino) arando antes ese prado y probablemente la cosecha será mayor. Puedo perder aún más tiempo construyendo un sistema de riego. Aún más tiempo esparciendo estiercol. Más todavía vigilando y eliminando las malas hierbas etc. Este proceso no es infinito, es cierto que a partir de cierto punto, los incrementos en el capital invertido ya no producirán aumentos proporcionales en la productividad, pero podemos obviar, de momento, este punto. La idea es que, si tengo capital suficiente, me puede interesar alargar el proceso productivo con el fin de ganar más proporcionalmente al final de lo que lo haría invirtiendo menos.

Así pues, llegamos a un punto en el que tenemos dinero y capital. Ambos son, en definitiva, mercancías. El capital son el conjunto de mercancías producidas pero no consumidas (osea, ahorradas) que me van a permitir subsistir mientras me dedico a otra cosa, osea, invertir. El dinero es la mercancía más líquida, aquella por la que inicialmente cambio lo que yo produzco, que puedo ahorrar para finalmente cambiarla por las que vaya a necesitar. A menudo, aunque no siempre, el capital se conserva en forma de dinero, esto es, vamos ahorrando y construyendo un capital que usar en el futuro, pero en lugar de guardar comida y herramientas guardamos el dinero con el que podremos adquirirlas. Esto hace que mucha gente confunda una cosa con la otra, lo cual no sería un problema si el dinero y el capital fuesen tal y como hemos descrito.

Lamentablemente, no hace mucho tiempo, las castas dirigentes (de ahora en adelante las llamaremos políticos) se dieron cuenta de que el dinero-mercancía (en ese momento el oro) era limitado. Si tú como político querías financiar una guerra, no podías comprar tantas mercancías como quisieras porque el dinero con el que se compra es limitado. La solución natural para ellos fue suprimir el dinero mercancía y obligar a todos sus súbditos a usar un dinero que ellos mismos fabricarían. Nace el dinero fiat y con él la posibilidad de inflacionar tanto como se quiera. Hasta este momento la relación de dinero (una mercancía o varias, como el oro y la plata) con respecto a los bienes producidos no tenía por qué ser estable, pero tampoco extremadamente inestable, sin embargo, ahora que podían imprimir dinero infinito, sí podía ocurrir que hubiera mucha más mercancía dinero que el resto de mercancías. Como por mucho dinero que se imprima, la cantidad del resto de mercancías no aumenta, da igual lo que diga el billete, el poder de compra de ese dinero baja. Esto es la inflación, la pérdida de poder de compra por parte del dinero. En contra de lo que se suele pensar, la inflación no es igual para todos. Los precios no suben todos de golpe y por igual. Si yo imprimo billetes, mis primeras compras se hacen al mismo precio que antes, luego yo, como propietario de la imprenta, estoy “ganando” lo que perderá el resto de la gente cuando los precios se ajusten. Del mismo modo, la gente a la que yo compro va a tener un dinero menos devaluado que el que tendrán quienes les vendan a ellos etc. La riqueza generada se extendería como una onda, de modo que en el centro está quien imprime ese dinero y en el extrarradio los últimos en verlo. El del medio gana lo que aquellos pierden y cuanto más cerca del medio estés, cuanto más cerca del poder con capacidad de generar dinero, más obtienes del robo “disimulado” en el que ha consistido la generación de nuevo dinero. Por eso hay gente -economistas, empresarios e intelectuales- que, aun entendiendo perfectamente el fenómeno, apoyan la inflación, pues al estar cerca del poder saben que ellos se van a encontrar en el lado de los que ganan con la inflación.

¿Y qué tiene que ver todo esto con la deflación?.

Llegamos a un punto en el que hay un desajuste entre el dinero generado y el capital existente. La cantidad de dinero es muy grande en proporción al capital pero la onda aún no se ha extendido. La gente del extrarradio de la onda no sabe lo que está pasando y lo único que ve es que hay dinero por doquier. Dado que el dinero representa mercancías, éstos entienden qeu hay muchas mercancías, que hay capital. Así que invierten. Como decíamos, si puedes hacerte con el capital pertinente, te interesa acometer procesos productivos largos porque suelen ser más productivos que los cortos. Un montón de gente realiza inversiones en función del dinero existente pensando que existe esa cantidad de capital, que no tendrán problemas para comer, por así decirlo, mientras están fabricando la lanza. El problema es que cuando están a mitad de la lanza el capital se acaba. Ellos tienen papelitos de dinero que dicen que pueden comprar comida, pero cuando van a por ella, o no la hay, o les cuesta más papelitos de los que habían calculado. La onda inflacionaria les pilló dentro de una inversión larga, y la hicieron larga porque les engañaron en cuanto a la cantidad de capital disponible.

El resultado es que esas inversiones se quedan a medias, el capital utilizado se queda ahí, inmobilizado, sin dar el fruto esperado. Y esas personas tienen que dedicarse a otra cosa para comer. Esto es importante: el capital es capital, no dinero, una vez hemos invertido dinero en levantar un muro, si no terminamos el almacén del que forma parte, el muro se queda ahí sin producir nada, el capital se ha consumido y no es recuperable. El resultado del incremento de dinero -que no de capital- ha sido la destrucción final de capital, su utilización en proyectos que no pueden terminarse, la destrucción de riqueza.

La deflación es el proceso por el cual se “acepta” esa destrucción de riqueza. Si al calor de un exceso de dinero (bajos tipos de interés) se hicieron casas de más y coches de más y se crearon fábricas de ladrillos de más y fábricas de coches de más, la deflación es el proceso por el cual se libera la parte de capital liberable de esas inversiones para que se puedan realizar otras. La mano de obra y la maquinaria que es recuperable se reubica, pero siempre hay una parte de lo invertido que no sirve ya para nada, riqueza que se ha quemado sin más.

En estas condiciones, se entenderá que imprimir más dinero, una vez aceptada la deflación, no sirve para mucho, pues vista la riqueza real existente, aumentar la producción de vales por la misma carece de mucho sentido.

Por otra parte, la caída en deflación tiene un límite. La gente dejará de comprar casas y coches, pero dado que todos tenemos que comer todos los días, ahí queda marcado el límite a la baja al que se puede llegar. Quien todavía tenga capital guardado encontrará que, si no puede vender coches, sí puede vender pan.

De las deflaciones no se sale cuando se ha imprimido dinero suficiente, sino cuando se ha ahorrado suficiente capital como para poder volver a invertir. Esto puede ser mucho más capital del que se piensa, porque el capital no es hom*ogéneo, sino que lo constituyen bienes complementarios.

Dicho de otro modo, puede que montar una determinada fábrica no sea rentable si no hay una central eléctrica que la abastezca y que al mismo tiempo montar esa central no sea rentable salvo que haya 5 fábricas a las que abastecer. Para que esa fábrica surja puede ser necesario que antes se ahorre para montar 5 y no una.

La moraleja de toda esta historia es que lo que no puede ser no puede ser y además es imposible, no se puede imprimir riqueza, por muy bondadoso que sea el gobernante y muy inteligente que sea el economista keynesiano que le asesora. Si se prefiere algo más gráfico: el aprendiz de brujo acaba siendo ostiado por las escobas.

La semana en los mercados (4 - 11 Diciembre) (2024)
Top Articles
Latest Posts
Article information

Author: Barbera Armstrong

Last Updated:

Views: 5551

Rating: 4.9 / 5 (59 voted)

Reviews: 82% of readers found this page helpful

Author information

Name: Barbera Armstrong

Birthday: 1992-09-12

Address: Suite 993 99852 Daugherty Causeway, Ritchiehaven, VT 49630

Phone: +5026838435397

Job: National Engineer

Hobby: Listening to music, Board games, Photography, Ice skating, LARPing, Kite flying, Rugby

Introduction: My name is Barbera Armstrong, I am a lovely, delightful, cooperative, funny, enchanting, vivacious, tender person who loves writing and wants to share my knowledge and understanding with you.